Como fotógrafos a menudo no nos damos cuenta de nuestras filias y fobias, o al menos tardamos un tiempecito en ser plenamente conscientes de ellas. Lo cual no es malo, simplemente forma parte de un proceso que necesita de una maduración.
Como siempre, habrá personas que lo harán más rápido y otras más lentas. Yo, sin lugar a dudas, soy de las segundas.
El caso es que con el paso de los años me he dado cuenta que he ido acumulando una serie de fotografías en las que me sentía aislado de lo que me rodeaba. Como si de un muro translúcido se tratase, pero muro al fin y al cabo, hay una separación física entre lo que me rodea y mi persona.
Sin duda debe ser una metáfora de como me sentí durante algunos años de mi vida en los que el mundo me parecía extraño y lejano.
En cierto modo creo que nos ocurre un poquito a todos cuando caminamos por las calles rodeados de personas a las que ni conocemos ni conoceremos a no ser que haya alguna excusa real o impostada para que se rompa ese pequeño muro invisible que nos rodea y separa unos a otros.
Es por ello que viendo mis fotografías a veces tengo la sensación de que vivo en una especie de pecera. Entonces solo puedo sentir que la chica de la siguiente fotografía soy yo en realidad.