Segunda galería en Calle 35
edición 2016
edición 2016
2011
edición Rafa Badia
Los medios de transporte han sido desde hace bastantes años elementos vertebradores de proyectos fotográficos con carácter urbano.
Si retrocedemos en el tiempo me viene a la cabeza el trabajo titulado “Many are called” realizado por Walker Evans en los años 30. Es un trabajo icónico cuyas 89 imágenes utilizan un mismo patrón visual que se repite como un ritmo musical que no cesa. El mismo encuadre frontal muestra retratos de una, dos o incluso tres personas en todo tipo de situaciones. El metro de New York fue el escenario.
Si avanzamos en el tiempo (años 80) nos encontramos con otro trabajo icónico realizado por Bruce Davidson en el mismo escenario pero con un barniz más reporterístico, sin ese patrón constante. El uso del flash y los colores estridentes son señas de identidad de un escenario más degradado.
Los siguientes tres trabajos también utilizan un mismo patrón repetitivo -como en «Many are called» – que conforman una estructura visual que lo homogeneizan.
A mediados de los años 90 nos encontramos con el libro realizado por John Schabel cuyo título es Passengers. Es una época anterior a los atentados del 11S de 2001 por tanto no existía la actual paranoia sobre la seguridad hoy en día es tan acentuada en los aeropuertos y imagino que se podían realizar fotografías en esos escenarios sin tantas reticencias.
En el libro se pueden ver a los pasajeros de los aviones mirando por las ventanillas del avión momentos antes de despegar o después de aterrizar acompañados de una aparente soledad y absortos en sus propios pensamientos. Siempre que regreso a este trabajo me quedo atrapado en el. Como curiosidad indicar que las fotografías fueron realizadas con una réflex y un teleobjetivo de 500mm con un duplicador (2x) que convirtieron la focal final nada menos que en un 1.000 mm.
El aislamiento que se intuye en Passengers se ve amplificado y potenciado en otro trabajo reciente del fotógrafo muniqués Michael Wolf, con su angustioso trabajo sobre el metro de Tokyo tiene ecos de los trabajos anteriormente nombrados. Han sido 3 los libros realizados donde se pueden ver a los pasajeros del metro de Tokyo totalmente aprisionados entre la muchedumbre enlatada y el cristal de las puertas de los vagones. «Tokyo compression» es el resultado de la masificación de una gran urbe y la movilidad de sus habitantes en las horas puntas.
Otro trabajo cuya estética me encanta es el de Nick Turpin titulado “Through a Glass Darkly”, más relajado y menos agobiante. En este caso el autor realiza una serie sobre los autobuses londinenses durante los meses de invierno, cuando el sol cae y los cristales se humedecen, ya sea por la lluvia caída o la humedad condensada. Las dominantes de colores de las luces artificiales le dan una atmósfera con la que me siento muy próximo e identificado.
La mirada es coincidente con los dos anteriores trabajos en el sentido que potencia la idea de aislamiento y siempre se realiza desde el exterior hacia el interior.
Si cambiamos de registro nos podemos convertir en pasajeros virtuales de un autobús de dos pisos de la ciudad de Londres si nos adentramos en el trabajo de George Georgiou. «Last Stop» es un libro en formato acordeón a modo de trayecto imaginario en el que te imaginas sentado en el piso superior de un autobús londinense y se pueden observar un sinfín de situaciones interesantes a la par que cotidianas.
¿Conocéis trabajos similares?
En el pasado mes de enero estuve una semana en Jerusalén.
El objetivo era eminentemente fotográfico, caminar por las calles de ciudad santa y fotografiarla del mismo modo que antes hiciera con Estambul.
No tenía muchas referencias pero después de la experiencia puedo asegurar que aunque no es una ciudad de destino familiar, con sentido común y algo de paciencia se puede visitar sin problema. De hecho me sorprendió la cantidad de turistas que me encontré.
Pero el fotógrafo tiene que estar preparado para recibir miradas recelosas por el simple hecho de llevar una cámara fotográfica encima y observar con incredulidad como pasan desapercibidas las ametralladoras en el día a día.
Dejando de lados estas y otras cuestiones, me centraré en mi experiencia fotográfica.
El Jerusalén intramuros es una ciudad estrecha, con tendencias laberínticas partida en 4. Un lugar fragmentado por la religión donde la primera o segunda pregunta que te suelen hacer casi siempre es:
¿y tú de que religión eres?
Me recordaba a eso de: ¿y tú de que equipo de futbol eres?
Tras tantos años de conflicto y consciente de que son terrenos pantanosos lo mejor es mostrarse neutro.
Para cuestiones más prosaicas, llama la atención como el mismo escenario cambia al doblar la esquina. Desde una pulcritud parecida a la de Girona que nos encontramos en el barrio judío, pasamos a calles abarrotadas de musulmanes y turistas en los bazares que te hacen dudar de que estemos realmente en la misma ciudad. Es claramente un lugar de varias velocidades.
Al final dejé la ciudad con una sensación agridulce, consciente de que es un lugar donde el peso de la historia hace mella.
No me arrepiento para nada de haber ido, me lo pasé bien más allá de lo fotográfico fue una experiencia vital.
Es una ciudad fantástica de conocer, cuna del judaísmo, del cristianismo y parte importante del islam.
Parece fácil hablar desde fuera y no voy a ser yo el que proponga soluciones – al fin y al cabo yo solo fui un visitante esporádico- pero si una cosa me quedó clara es que Jerusalén no pertenece a nadie en concreto y si un poquito a todos. Eso ya forma parte de su naturaleza.
Os dejo con algunas fotografías.
Robert Walker no es uno de los fotógrafos más conocidos, sin embargo cuando cayó en mis manos un ejemplar de uno sus trabajos en formato libro rápidamente consiguió un espacio en mi librería particular.
«Color is power» es un libro que contiene 97 fotografías y fue publicado por Thames&Hudson en el año 2002. De forma casi simultánea se hicieron dos exposiciones del trabajo: en el Museo Jan Cunen en Oss (Holanda) y en el Museo de l’Elyseé en Lausanne (Suiza).
Este es un trabajo al que le tengo gran simpatía. Fotografías de grandes urbes, con una estética muy saturada donde el color tiene un papel claramente dominante. Imágenes verticales en su mayoría y con focales cercanas al 50mm. Con toda esta combinación, no era difícil que me llamara la atención.
Pero sus fotografías no solo color, también hablan de la integración del mismo en las grandes ciudades y la cohabitación con sus habitantes. Las imágenes han sido realizadas en Nueva York, Montreal, Varsovia, Paris, Roma y Toronto.
La publicidad combina diferentes elementos para hacer atractivo un producto para su venta, es lógico pensar que utiliza el color como un añadido para su objetivo final.
Esos colores tan saturados que aparecen en las fotografías forman parte de anuncios ya sea de forma parcial o en su totalidad.
Se trata pues de un libro que trabaja con el concepto del color comercial, en contraposición con el color cultural que podemos encontrar en otro tipo de fotografías realizados en entornos más coloristas. En definitiva, en las grandes urbes el gris del asfalto suele ser el color dominante.
Volviendo al libro, su título fue “prestado” de un anuncio de Avon (una compañía de productos cosméticos) que usó este reclamo en el pasado.
Como otros fotógrafos, Robert Walker estudió pintura en su juventud, a mediados de los años 70. En este sentido me recuerda a Saul Leiter, que también utilizó la realidad como materia prima para organizar sus composiciones.
Como fotógrafos a menudo no nos damos cuenta de nuestras filias y fobias, o al menos tardamos un tiempecito en ser plenamente conscientes de ellas. Lo cual no es malo, simplemente forma parte de un proceso que necesita de una maduración.
Como siempre, habrá personas que lo harán más rápido y otras más lentas. Yo, sin lugar a dudas, soy de las segundas.
El caso es que con el paso de los años me he dado cuenta que he ido acumulando una serie de fotografías en las que me sentía aislado de lo que me rodeaba. Como si de un muro translúcido se tratase, pero muro al fin y al cabo, hay una separación física entre lo que me rodea y mi persona.
Sin duda debe ser una metáfora de como me sentí durante algunos años de mi vida en los que el mundo me parecía extraño y lejano.
En cierto modo creo que nos ocurre un poquito a todos cuando caminamos por las calles rodeados de personas a las que ni conocemos ni conoceremos a no ser que haya alguna excusa real o impostada para que se rompa ese pequeño muro invisible que nos rodea y separa unos a otros.
Es por ello que viendo mis fotografías a veces tengo la sensación de que vivo en una especie de pecera. Entonces solo puedo sentir que la chica de la siguiente fotografía soy yo en realidad.