Hace un mes estaba en Japón, entre Kyoto y Tokyo. Han pasado ya más de 3 semanas desde que volví y aún no he conseguido «volver» de forma definitiva. Una parte de mi se ha quedado allí, aún destilando lo que vi y viví. Pero lo que tengo claro es que ese país en antagónico al nuestro en muchos aspectos y estoy convencido que es por ello que cuesta más regresar «mentalmente». Añoro algunas cosas, como la educación de sus gentes, su orden y el respeto por el otro.

El karma que me devolvía la ciudad era diferente a todas las demás que había visitado anteriormente.

Al salir a la calle cámara en mano, sentía que necesitaba experimentar, probar cosas diferentes. Vivir en Japón imagino que puede ser una experiencia dura y/o apasionante, no lo se… imagino…. nunca he vivido allí, pero observando lo que me rodeaba me devolvía esa sensación. En ese aspecto me recuerda sin ninguna duda a Nueva York, en lo único.

La disciplina, el orden, sus silencios, su comida y sorprendentemente sus precios. Nada caro.

Creo que me voy por los cerros de Úbeda pues este es un blog de fotografía… ¿urbana? No creo que tampoco esté de más trasmitir ciertas sensaciones (o intentarlo) con la palabra escrita para justificar un resultado fotográfico.

Quise probarme, buscar también en la fotografía en blanco y negro una respuesta para ese feeling diferente que me trasmitía la ciudad.

Esto es un avance de lo que pude hacer por tierras niponas.

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