Era el mes de febrero, hacía bastante frío. De hecho pensábamos que Estambul no era una ciudad en la que podía hacer mucho frío, evidentemente nos equivocamos…
Mientras ese frío se intensificaba con la caída de los rayos del sol, se encendían las luces de los pisos, porterías y de las tiendas. Fue entonces cuando observé que circulaba una transeúnte hacia la panadería y entonces me dispuse a coger con fuerza mi cámara analógica previsualizando lo que era claro que iba a suceder y saqué la fotografía.
Me encantan esos adoquines con formas semicirculares de los que aquí -en Barcelona- ya no los hay.